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sábado, 5 de noviembre de 2011

El tesoros de nuestros abuelos. Nicolas Henry.

Nicolas Henry

    "La idea era soñar. Por medio de palabras e imágenes. Soñar con la libertad, porque quizá nunca fuimos tan libres como cuando tuvimos inocencia. El fotógrafo y escenógrafo francés Nicolas Henry ha invitado a éstas y a otras personas longevas a echar la vista hacia atrás y reflexionar sobre lo que queda del niño que un día fueron. A tal fin, les propuso un juego: recrear las cabañas en las que hoy guardarían sus secretos, sus tesoros, lo que custodian a buen recaudo y mejor los representa. El resultado es Les cabanes de nos grand-parents (Las cabañas de nuestros abuelos), una bellísima colección de fotografías que componen un retrato de la humanidad através de la vejez.

    Desde el desierto de Mali hasta un jardín de Sydney. Desde el suntuoso palacio de un descendiente de mercaderes en Rajastán hasta un suburbio de Shanghai. Desde los amuletos de un hechicero de Vanuatu, en el Pacífico Sur, hasta la barca de pesca del brasileño Raymundo Germano da Cruz. Un gran teatro del mundo de nuestros mayores. Decorados que narran los sueños que habitan junto a sus jaimas, saris, sombrillas, fotos enmarcadas o libros de páginas amarillentas. La riqueza y la pobreza. La ostentación y el recato. El recuerdo de largas vidas entre praderas, montañas, volcanes, rascacielos, palacios, chabolas y árboles, decenas de árboles viejos y recios, poblados de ramas legendarias y rebosantes de sabiduría. 

    "Todo cambia demasiado deprisa. He querido fijar la historia de un mundo que quizá mañana habrá desaparecido", explica Nicolas Henry desde París. "Naturaleza. Tradición. El significado de la madurez, de la transmisión de valores de unas generaciones a otras. Algunas de estas personas hablan lenguas que sus nietos nunca aprenderán. Pero este proyecto también ha supuesto volver al jardín de la casa de mis abuelos, donde yo jugaba de niño."
  
    Todo empezó en ese mismo hogar de Rambouillet, 50 kilómetros a las afueras de París. Nicolas reprodujo allí en 2003 los escenarios de su infancia y fotografió a sus abuelos dentro de ese rincón de la memoria. Animado por el artista Christian Boltanski, uno de sus profesores en la escuela de Bellas Artes de París, decidió multiplicar aquellos dos retratos representando una escenografía diferente con cada nuevo personaje.
    Eso fue lo que hizo durante 2005 con otros 40 ancianos franceses. También fotografió a decenas de abuelos en sus cabañas durante años mientras participaba en la odisea de Yann Arthus-Bertrand titulada "Seis mil millones de otros", una mirada hacia los habitantes del planeta a través de 5000 entrevistas filmadas en 75 países. Finalmente, entre 2009 y 2010, Nicolas dio la vuelta al mundo con su ayudante Tomás para culminar otros 160 retratos. El proyecto terminará el mes próximo, cuando comience a escribir las reflexiones de los protagonistas de estas imágenes, que tiene previsto publicar en un libro de la editorial Actes Sud. El momento no puede ser más oportuno para reflejar una realidad: avanzamos sin freno hacia un mundo más envejecido.
 

   "Las fronteras son líneas imaginariasque sólo existen en la mente; la tierra debería pertenecernos a todos nosotros", susurra Fadimata desde la noche desértica en Mali. "Nada en la vida es eterno. Hubo días en los que tuve que vender mis zapatos o mi manta, y otros en los que coseché el fruto de la tierra. Los niños son nuestra única riqueza, porque hoy muchos de los grandes árboles han desaparecido", añade Mamoudou desde Burkina Faso. A modo de traviesa despedida, Julia y sus compañeros de partidos de voleibol en Rusia proclaman: "Si el silencio impera, no sentimos nostalgia, simplemente nos consideramos felices por permanecer juntos. Sueño con que algún día mis amigos y yo saltemos en paracaídas vestidos con nuestros uniformes de voleibol. ¡El viento nos hará cosquillas!". (Quino Petit, El País Semanal)


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